Días antes de las elecciones en Chile, la Presidenta Bachelet contaba con el 81% de la aprobación ciudadana, la buena marcha del país se veía reflejada en las encuestas, las medidas tomadas ante la crisis económica mundial habían sido bien aceptadas. Y a pesar de todo, la izquierda perdió.
Entonces ¿Qué pasó? Recordemos parte de la historia.
En 1989 con una buena parte de la presión internacional, el asesino Pinochet realizó un plebiscito donde se les preguntaba a los chilenos si querían continuar con la dictadura. La respuesta fue un NO rotundo por parte del pueblo y con doce puntos de diferencia en contra, la dictadura tuvo que aceptar su derrota.
Cuando estas condiciones germinaron surgió la concertación de partidos por la democracia que un año después llevó al poder a Patricio Aylwin, después a Eduardo Frei, a Ricardo Lagos y a Michelle Bachelet.
Sin embargo esa concertación sufrió un desgaste natural abonada por los mismos actores políticos. Nunca se renovó, presentó a los mismos candidatos, no se generaron liderazgos nuevos ni tampoco emergentes. Ni siquiera hicieron el intento de vender la idea de converger al centro. El exceso de confianza no les permitió entender que el marketing político exige siempre hablar del cambio.
La derecha capitalizó los errores y habló del cambio, nunca dijeron en qué consistía pero hablaban de él insistentemente.
La tercera vía.
Pero sin duda el factor más importante radicó en las ambiciones personales de Marco Enríquez Ominami quién en la primera vuelta obtuvo un 20% de la intención del voto, el resultado lejos de hacerlo reflexionar le llenaron de frustración y nunca llamó a sumar sus votos a Frei los cuales hubieran sido suficientes para el triunfo de la izquierda.
El resultado de la elección nos demuestra una vez más que la gente siempre olvida, que nadie experimenta en carne propia los errores ajenos y que se quiera o no, el pueblo aún humillado, vejado y pisoteado espera siempre algo diferente.
El pueblo chileno olvidó pronto su plaza ensangrentada, sus muertos, sus huérfanos y a los ausentes que nunca regresaron y menos ahora para no recordar los horrores de la represión.
¿Qué sigue para Chile?
La privatización de las empresas del Estado y el recorte de prestaciones y garantías para los trabajadores, la aplicación de un modelo neoliberal que ha demostrado en Colombia y México que sólo generan hambre, marginación y miseria.
Sigue el regreso de la dictadura que ha demostrado que aún por la vía de las urnas es posible institucionalizarse.
Que sea la historia la que juzgue.
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