A unos días de iniciada la luna de miel entre perredistas y panistas, los nuevos aliados enseñaron el cobre.
El líder nacional del PAN, César Nava olvidó que cada acción que emprenda significará un costo político y también económico.
Su nuevo club de amigos cotizan en la bolsa, sus acciones se fueron a la alza y por lo tanto, no se pueden dar el lujo de depreciar de un momento a otro lo alcanzado.
Sus nuevos enemigos están al pendiente de cada paso que dé y no le van a perdonar la alta traición que su jefe político les hizo desde Los Pinos a través de su secretario de Gobernación.
La torpeza de Josefina Vásquez Mota en un error de procedimiento fue el pretexto suficiente para vapulear y exhibir al dirigente nacional del PAN.
En efecto, la solicitud de licencia del diputado federal nunca fue presentada ni procesada a través de la Junta de Coordinación Política y la mesa directiva y como consecuencia, su solicitud nunca apareció en el orden del día.
El resto fue oficio puro: los priistas en tribuna se fueron a la yugular obligando al presidente de la mesa directiva a repetir la votación cuantas veces quisieron.
Cuentan los ahí presentes, que Josefina Vásquez Mota pegó la carrera del siglo, es más, decían que si Ana Guevara hubiera estado a su lado no la alcanzaría. Sí, su prisa era por buscar en su curul a Francisco Rojas quien cortésmente le dijo NO.
De ahí lanzó su “Plan B” con una demanda de “cortesía política”. La respuesta de los priistas fue NO. Ya con la derrota a cuestas, la última votación 215 votos en contra de la solicitud de licencia fue de 142 votos a favor y 11 abstenciones.
Para sorpresa de propios y extraños, sus nuevos aliados brillaron por su ausencia; el enojo crecía entre los panistas pues nunca encontraron su apoyo y ante el inminente cuestionamiento sobre los dirigentes perredistas la respuesta fue sencilla: “nunca no lo plantearon y no lo negociamos”, es decir los aliados mostraban el cobre.
Así entre el júbilo y la euforia que producían las copas de vino, ya reunidos en petit comité, los priistas se mofaban de la cara del dirigente panista. Y es que, por si fuera poco, el grito al unísono de “¡quiere llorar, quiere llorar!” seguía causando júbilo y cascadas de risas entre los ahora nuevos enemigos del panismo.
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